15 de marzo de 2009

Monika Maron, Animal Triste (por Anna Rossell)

Monika Maron, Animal Triste (por Anna Rossell)
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EL DESAMOR DE LA HISTORIA O UNA HISTORIA DE DESAMOR

Monika Maron, Animal Triste, Trad. de Claudia Cabrera. Herder, S. de R.L. de C.V., 2005, 137 págs.

Anna Rossell

Transcurridos más de quince años después de la caída del muro de Berlín las letras alemanas van disponiendo ya de una cantera considerable de obras que permiten hacer un seguimiento cabal del golpe de timón que significó también para la literatura este histórico acontecimiento. Si mientras existieron las dos Alemanias tuvo fundamento hablar allí de dos literaturas, también está justificado el interés que suscita en estos momentos la evolución de la que ahora vuelve a ser una, pero sobre todo de la que desde principios de los años noventa del siglo XX vio radicalmente alteradas sus condiciones de producción. Son ya una buena retahíla los autores de la ex República Democrática Alemana que han producido en esas nuevas condiciones y van dejando constancia literaria de su mirada hacia un pasado que contemplan ahora desde una distancia menos traumática o hacen del mismo proceso de unificación tema protagonista de sus textos. De éstos sin embargo, exceptuando las de los autores más consagrados, no son muchas las obras que nos llegan en traducción española; por ello conviene prestar especial atención a las que se van publicando en nuestra lengua, más aún cuando se trata de la primera que se publica en español del autor o autora en cuestión. Monika Maron (Berlín, 1941) pertenece por generación a ese grupo de escritores cuya infancia corrió paralela a la del propio país en el que creció y se educó; su personalidad como escritora empieza a tomar cuerpo a principios de los años ochenta, si bien se dedica al quehacer literario desde 1976, cuando la RDA ya había alcanzado una madurez política que permitía un análisis en perspectiva del desarrollo del socialismo real. Ella se benefició de la nueva era que marcó la octava asamblea general del Partido Socialista Unificado (SED), que significó para el arte el alivio de no tener ya que seguir tan a rajatabla una estética impuesta por decreto, cuya misión había sido hasta el momento presentar el modelo del socialismo alemán como la panacea y refrendar en la ficción las decisiones políticas del gobierno. Es pues un momento de cierta oxigenación –siempre vigilada-, en el que la literatura puede permitirse reflejar la distancia entre la utopía y la historia. Con todo, también los setenta dejaron tras de sí una considerable estela de escritores e intelectuales que, por imposición o decisión propia, abandonaron el país. Monika Maron resistió hasta 1988, a pesar de la censura que algunos de sus primeros libros sufrieron en la RDA y tuvieron que ver la luz en la otra Alemania. Los convulsos tiempos en que le tocó venir al mundo y la dolorosa relación personal con su país han marcado todas sus obras y siguen marcándolas, por más que ahora predomine ya el número de las que fueron gestadas fuera. Animal Triste, cuya versión original es de 1996, está especialmente preñada de este dolor. La novela, escrita en primera persona, reúne los suficientes rasgos como para hacernos ver en la protagonista de Alemania del este un trasunto de la propia autora y en los hechos narrados una amarga parábola de desamor, un ácido lamento de quien en el ocaso de sus días echa la vista atrás y rememora su vida con el último aliento que aún conserva y desde el inconmensurable abismo de la nada: una tristísima existencia truncada en lo profesional e infeliz en lo personal en un ambiente árido y estéril, que la inhabilitó para la felicidad. Sintomáticamente la protagonista vive un lapso de intensa aunque efímera y atormentada felicidad en su madurez, cuando justamente en los primeros meses de la reunificación conoce a un himenopterólogo de Alemania occidental que colabora en la reestructuración del museo de paleontología de Berlín, donde ella trabaja. Uno de los logros de la novela reside en la desabrida acritud y la atribulada y lacerante enajenación que su prosa sabe transmitir con asombroso realismo, el estado anímico en que deja sumida a la protagonista el final de aquel apasionado amor, que, más allá de él, tiene otra lectura paralela en la historia de Alemania.

(En: Quimera. Revista de Literatura)

Publicado por Anna Rossell en 13:33

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